Recuerdo un día de “san Valentín” en el cual
salimos a hacer todo ese ritual que hacen las parejas creyendo que a las
mujeres “nos gusta”, empezó por la
tortura de ir en auto con asientos de cuero hasta el parque del amor y hago alusión
a los asientos de cuero porque me quemaba todo el cuerpo, encendido por ese
ardiente sol de febrero y sin aire acondicionado, por lo cual sólo me quedaba sonreír
todo el tiempo, baje del auto y pensé que el suplicio habría culminado, pero
no, estuve sentada en una banca de aquel parque llamado “del amor” durante tres
largas horas, soportando a los vendedores de flores que se acercaban a cada
momento, gracias a los cuales tuve que caminar parte del lugar cargando un ramo
de aquellas y un globo platinado que me dejaba ciega con los rayos del sol. No olvidemos
que almorcé horas después de mi horario normal de comer y regresé acalorada y
con mucho cansancio de ver tanta gente patética caminando con sus florecitas,
sus globitos y sus peluches.
Después de tantos años de conocer hombres que
trataban de “halagarte” de alguna manera ESE día de san Valentín, después de
tantos años de tortura, parece que al final mi día de san Valentín cambiará. Hace
unos meses conocí a Josué, un hombre delgado, claro, de ojos pequeños, labios
rosados y escaso cabello, con el cual empecé a salir repentinamente gracias a
un encuentro casual, encuentro en el cual conversamos por 5 horas consecutivas
en un restaurant de larcomar, un restaurant relativamente caro al cual lo lleve
a propósito, esperando saber su reacción al pagar la cuenta, una señal importante
para mí, no por el dinero; sino por otros aspectos. Fueron unas horas
estupendas llenas de risas, recuerdos de la noche en la cual nos conocimos,
besos y tocamientos algo indiscretos, dentro de toda la tertulia, llegamos al
tema de san Valentín y fue el primer hombre que se atrevió a decirme que odiaba
ese día, lo dijo sin reparos y eso me dejo sorprendida, me encantó. Con el
pasar de los días y las semanas, seguimos saliendo, compartiendo aventuras, las
cuales las escribiré en algún otro momento, pero dentro de aquellos días
mientras retozábamos en la cama después de hacer el amor, el me comentó acerca
de una canción llamada “MY VALENTINE”, desde ese momento sentí que todos
nuestros días serian nuestro Valentín, que todos los días viviríamos nuestra relación
de tal manera que no tengamos que celebrar aquel día en el que todos creen que
le debemos hacer un ritual a las flores, globos, chocolates y peluches. Sentí que
todos nuestros momentos felices son nuestro Valentín.