sábado, 21 de julio de 2012

Aun están vivas


En la universidad uno ve, escucha, observa y aprende diversas cosas, costumbres y maneras de ver la vida. Pero lo que jamás comprendí fue el afán de algunas hermosas mujeres por autodestruirse, muchas por verse más bellas, otras por sentirse amadas y útiles y las demás porque no veían más allá de sus horizontes, que difícil era convivir tan de cerca con mujeres privándose de tantas cosas, entre ellas alimentarse, perder su originalidad, queriendo parecerse a un modelo estereotipado que arroja el mundo vano y ni que decir de su libertad, la pregunta era, ¿alguna vez la tuvieron?, muchas veces atadas a hombres que les hacían la vida miserable.
Fueron muchas e incontables las noches en las que posaron sus lágrimas sobre mis hombros, lágrimas que expresaban desgarradoras confesiones, palabras que salían disparadas porque no soportaban seguir guardadas en aquel corazón destruido, sin embargo yo; yo permanecía en silencio  porque sabía que al siguiente día llegarían inmensas de alegría porque se habrían reconciliado con su príncipe de hiel.
Unos días las veía sonrientes y otros días maquillaban sus miedos y sus rostros a causa de aquellos golpes que les propinaba por opinar, por reclamar, por alzar sus voces, habían días en los que mentían y pedían a gritos silenciosos pastillas para no llorar, amigos con quienes olvidar.
otras veces guardaba en mi memoria sus dudas tiradas en algún bar, sus infidelidades causadas por una falsa idea de venganza hacia sus príncipes de hiel, aquellos que las hacían más miserables aún, entonces yo pensaba que existían más de cien excusas y más de cien reproches que en algún momento valían la pena, que muchas veces se hacían pasar por ingenuas para permanecer ciegas, atadas a un mundo vano y sigiloso, lleno de mentiras para no lastimar más ese hueco corazón que sangraba cada vez que lo tocaba la realidad.
Recuerdo muy bien a una de ellas que no dejaba de llorar encerrada en el baño de una habitación, porque simplemente no sabía qué hacer con su vida; y yo, yo solo escuchaba agudizando muy bien el sonido de su pesar en esta prosa, esta que si la leen sabrán que son ellas, tres mujeres que me permitieron me de la libertad de escribir sobre ellas, las tres son mis buenas amigas, esas a las que he visto llorar paradas en la puerta de casa, en algún bar, en el baño de un hotel, en un balcón universitario o en una fría ventana de chat, aquellas mujeres que luchan todos los días por salir del pozo, por amarse un poco más, a esas mujeres que siempre les recuerdo que las quiero y ahora les hago recordar que: “Aun están vivas”…

A mis amigas
SGD/ CRG/ KCC

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