En la universidad uno ve,
escucha, observa y aprende diversas cosas, costumbres y maneras de ver la vida.
Pero lo que jamás comprendí fue el afán de algunas hermosas mujeres por
autodestruirse, muchas por verse más bellas, otras por sentirse amadas y útiles
y las demás porque no veían más allá de sus horizontes, que difícil era
convivir tan de cerca con mujeres privándose de tantas cosas, entre ellas
alimentarse, perder su originalidad, queriendo parecerse a un modelo estereotipado
que arroja el mundo vano y ni que decir de su libertad, la pregunta era, ¿alguna
vez la tuvieron?, muchas veces atadas a hombres que les hacían la vida
miserable.
Fueron muchas e incontables las
noches en las que posaron sus lágrimas sobre mis hombros, lágrimas que
expresaban desgarradoras confesiones, palabras que salían disparadas porque no
soportaban seguir guardadas en aquel corazón destruido, sin embargo yo; yo permanecía
en silencio porque sabía que al
siguiente día llegarían inmensas de alegría porque se habrían reconciliado con
su príncipe de hiel.
Unos días las veía sonrientes y
otros días maquillaban sus miedos y sus rostros a causa de aquellos golpes que
les propinaba por opinar, por reclamar, por alzar sus voces, habían días en los
que mentían y pedían a gritos silenciosos pastillas para no llorar, amigos con
quienes olvidar.
otras veces guardaba en mi
memoria sus dudas tiradas en algún bar, sus infidelidades causadas por una
falsa idea de venganza hacia sus príncipes de hiel, aquellos que las hacían más
miserables aún, entonces yo pensaba que existían más de cien excusas y más de
cien reproches que en algún momento valían la pena, que muchas veces se hacían pasar
por ingenuas para permanecer ciegas, atadas a un mundo vano y sigiloso, lleno
de mentiras para no lastimar más ese hueco corazón que sangraba cada vez que lo
tocaba la realidad.
Recuerdo muy bien a una de ellas que
no dejaba de llorar encerrada en el baño de una habitación, porque simplemente
no sabía qué hacer con su vida; y yo, yo solo escuchaba agudizando muy bien el
sonido de su pesar en esta prosa, esta que si la leen sabrán que son ellas,
tres mujeres que me permitieron me de la libertad de escribir sobre ellas, las
tres son mis buenas amigas, esas a las que he visto llorar paradas en la puerta
de casa, en algún bar, en el baño de un hotel, en un balcón universitario o en
una fría ventana de chat, aquellas mujeres que luchan todos los días por salir
del pozo, por amarse un poco más, a esas mujeres que siempre les recuerdo que
las quiero y ahora les hago recordar que: “Aun están vivas”…
A mis amigas
SGD/ CRG/ KCC
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