viernes, 18 de agosto de 2023

Entre Candilejas


Febrero es un mes caliente y febril en Lima, un día de ese caluroso mes conocí a Louis. Era la clausura del taller teatral de verano de mi sobrino. Yo acababa de llegar de Cuba, donde estuve unos meses de noches bohemias, libros, música y cursos de arte.

Era un atardecer caluroso. Desde un punto de luz dorada vi a Louis con unos pantalones azules, camiseta blanca, tirantes y zapatillas de caucho. Cada uno de sus gestos y movimientos que hacía través de la luz natural rozando su piel, podía hacer vibrar el espacio mas sensible de mi cuerpo dispuesto a amarlo. Un rato después se sentó junto a mi cerca de la parte trasera del escenario, me había visto de lejos y con una media sonrisa me preguntó porque no me parecían mas cómodas las butacas, y, le dije que lo mío siempre era tras bambalinas, él sonrió.

Louis se puso de pie diciendo: - siento tener que dejarte acá, pero me tengo que ir a ver a los niños, ya están por salir. Asentí con aprobación y aproveché para observar como se alejaba con su piel dorada y tostada, sin el menor defecto. Pude admirar desde lejos su silueta esbelta y su lindo trasero varonil y tuve el descaro de retratarlo mientras adornaba las candilejas del escenario con su perfil. 

Al terminar el recital pude despedirme de él y me quedé un rato en mi auto, lo vi cuando se marchaba a alguna parte con una mujer pequeña, supuse que era su novia o su esposa. ¿Por qué sus modos me ponían jodidamente excitada?, sentía como me recorría la sangre agitada por todo el cuerpo, en especial en el vientre, lo tenía ardiendo de deseo y ganas de ser sacrificada artísticamente por aquel Dramaturgo.

Sabía que era una locura, sabiendo incluso que Louis estaba comprometido o al menos con pareja, pero le escribí a la casilla de mensajes de una red social y a los minutos me contestó, el corazón me latía a mil y nuevamente el sofoco recorriéndome. Nos saludamos y automáticamente después estábamos hablando de nosotros, nuestras familias, nuestros gusto y costumbres como si tuviésemos años de amistad. 

El calor circulante sobre la ciudad hizo que me dé un duchazo, fue el momento perfecto para verter todos los pensamientos que tenia de Louis sobre todo después de esa conversación, sentía los pezones duros, la piel caliente y erizada, el clítoris lleno de chorros de agua que rozaban sus surcos. Con una mano empecé a recorrer mis tetas y con la otra toque mi clítoris húmedo, sintiendo la dureza que tenía, todo mi cuerpo estaba entregado a mis pensamientos y los ojos perdidos en mi sangre perturbada recordando aquel halo de luz rozando la piel de Louis, solo quería sentir sus manos delicadas y tocándome los pezones y metiendo sus dedos en mi vagina mojada, sus dientes casi mordisqueándome los hombros y provocando en mí el orgasmo más delicioso.

Al día siguiente fui en busca de un café dispuesta a tener una lectura matutina casi como un espacio de remanso después del rico orgasmo que había obtenido la noche anterior con las manos imaginarias de Louis sobre mi cuerpo, me acerqué al mostrador y mientras pedía mi café observé que Louis se encontraba en una de las mesas del lugar con una mujer con la que al parecer practicaba un guion. Inmediatamente después de recibir mi café, fui a sentarme en un lugar estratégico para observar.

En silencio disfrutaba de ver al dramaturgo mas encantador que pudiera recordar, aún más en éste país donde el arte no es lo suficientemente valorado. Mientras observaba a través de pompas de luz entrecortada que ingresaba por los ventanales, fingiendo concentración en mi lectura y meciendo suavemente el pie, me dediqué a verlo, él le explicaba un texto con énfasis a su compañera de mesa. A los minutos la mujer se paró y despidiéndose de manera amical, se fue. 

Louis inmediatamente se volvió hacia mi y sonrió, empezó a acercarse, se agachó y me dio un beso en la mejilla diciéndome: - te vi desde que ingresaste, pero quería esperar a tener un espacio solo para ti. Automáticamente después que terminó de decir esas palabras sentí como me mojaba continuamente, lo invité a sentarse y conversamos profundamente mientras terminamos nuestro café, indescriptiblemente me perdía en las frases que pronunciaba para pensar libremente en su miembro erecto y tibio en mi boca llenándome la garganta con chorros obscenos de semen.

Al cabo de media hora teníamos ambos que empezar nuestro agitado día de trabajo, sumado a eso el tráfico de la ciudad. Antes de despedirnos me pidió vernos el lunes siguiente en un bar concurrido. Me despedí no sin antes poder percibir su fragancia natural que me hacía vibrar. 

Lunes: Lima estaba lluviosa, con esas lluvias de verano que dejan un ambiente acalorado y un olor a tierra mojada. Juntos, en el bar. Sabía que Louis iba a llevar un libro, así que yo llevé otro de manera sinuosa. Vestía, Pantalón jean, camisa blanca, mangas recogidas, zapatillas blancas y unos lentes de sol oscuros colgados del cuello de su camisa. Nos dispusimos a leer ambos un párrafo de nuestros libros por turnos y en voz alta para deleitarnos con la lectura, el empezó leyendo “La orgía perpetua” de Mario Vargas Llosa, hablaba del realismo de Flaubert y la calentura de algunos relatos sobre Madame Bovary. Escuché aquellos relatos de sus labios y observé los movimientos de ellos, mientras sus manos atrapadas en el lomo del libro estaban imaginariamente recorriendo una vez mas mi sexo caliente.

Se acercó el mozo y pedimos dos mojitos para refrescarnos, seguidamente fue mi turno para leer y así lo hice, esta vez el protagonista fue Milán Kundera con “la insoportable levedad del ser”. Aquel libro le dio ingreso a una conversación sobre parejas y sexo. Louis me contó que tenía una relación que repensaba porque su pareja le había sido infiel dos veces, pero él aferrado a mantener todo a flote, incluido un hijo de dos años, prefería pensar de manera moderna para sobrevivir en el intento. Me contaba también que no se sentía amado, ni deseado, tenía la sensación de que las mujeres que habían pasado por su vida no lo habían hecho tocar fibras punzantes en el arte de amar. 

Le sostuve la mano con ternura y le dije: - no es tu culpa. Louis me miró fijamente y me dijo: - que lindas manos tienes. Mi corazón pareció latir en todas partes al mismo tiempo. Nunca, ni siquiera cuando estuve en Cuba, había experimentado tal excitación. Me gustaría describir su cara y no puedo, porque mi propio deseo me ciega cuando está cerca.

Louis era un hombre mayor para mí, había una brecha de 11 años de diferencia. Pero si cierro los ojos veo un encanto súbito, escondido, como cuando se sienta cruzando las piernas con sus lentes de lectura entre las manos para darme su opinión acerca del párrafo que acabo de leer.

Puedo decir que tiene el pelo y los ojos marrones, los labios rosa pálido como un terciopelo, el inferior ligeramente mas grueso. ¡Carajo!, ¡si fuera yo una escultora que lograra hacerlo posar desnudo bajo una luz!, pero solo soy una mujer curiosa alta, huesuda y de pelo largo, con cejas perfiladas y oscuras, mirada penetrante y un oscuro pozo de monstruos que se esconden detrás de la sonrisa de una muchacha.

Tampoco el es un hombre frágil de una novela romántica. Lo que me enloquece es la naturaleza desmedida de éste macho, esa mezcla que percibo de un hombre tierno y soñador, con la especie de vulgaridad descarada que emana su cara bonita y su olor corporal a girasoles y margaritas estrujadas. Indiscutiblemente es que él, Louis, mi Louis ha internalizado en mi un manantial de deseo, de modo que por encima de todo está él. 

Martes: Estoy en pijama en mi habitación. Sentada en medio de las sábanas desordenadas por mis trémulos movimientos al despertar. ¿Estará Louis en su cama entrelazado entre las sábanas?, me pregunto. Me adentro con el pensamiento hasta donde está él y lo imagino desnudo entre la ropa de cama, pidiendo ser amado, pidiendo ser follado, pidiendo que me atragante con su verga dura y así lo hago. Empiezo a imaginar su pinga erecta llenándome la boca, sintiendo cada palpito de su miembro, sintiendo como se pone mas duro, mas hinchado y su voz diciendo suavemente que le de el culo, siento como me toma de las caderas y poniéndome en posición de recibir, en cuatro patas como una perra en celo sedienta de sexo, introduce su pene sanguinario en mi estrecho ano, haciéndome gritar y jadear de dolor y placer, me soba el clítoris salvajemente y me mordisquea la espalda mientras me toma como si fuera mi dueño. Lo imagino como una onda caliente que se apodera de mí, lo imagino cogiéndome dura y fogosamente entre candilejas, mientras tengo un estruendoso orgasmo. ¡Louis, Louis!

Miércoles: En Lima hay un atardecer dorado y refrescante, corre aire, las hojas de los árboles revolotean y hay un olor a verano. Recibo una llamada telefónica de Louis, contesto con mi mano libre el teléfono, escucho su voz pidiendo vernos, necesitaba escoger un regalo para una amiga y quería asesoría. Bromeo con él y escucho una risilla dulce y suave. 

Nos encontramos en la plaza mayor del centro de la ciudad, mis manos rozaban sus jeans al caminar, sus manos se movían ligeramente mientras me contaba sobre su día, no creo en Dios, pero. ¡Dios!, ¡que no habría dado por besar aquí y allá esos labios y tocar su pecho, mientras sus manos jugueteaban con mi vagina húmeda! De pronto al caminar me miró tiernamente, mientras deslizó su mano entre la mía sin decir una palabra cruzamos la calle para ingresar hacia la tienda donde nos dirigíamos, apreté fuertemente su mano y rogaba que nunca llegáramos. Pero llegamos. 


sábado, 29 de octubre de 2022

El MES MORADO


En Lima es todo un acontecimiento febril el mes de octubre, las calles se visten color mora y también muchos de sus habitantes, se dice que el mes de octubre es el mes de penitencia y el hábito morado es un color que caracteriza ello.

Todos como buenos peruanos disfrutamos de la gastronomía que con el mes morado llega, los anticuchos, picarones, turrón y otros potajes están a la orden en nuestras calles echando humos con aromas suculentos. Los limeños somos espectantes del recorrido del Señor de los Milagros, el santo moreno, éste santo al que con mucha devoción honran, agradecen, prometen y piden con fervor los fieles feligreses. Yo por mi parte soy una observadora, disfruto del festín y del barullo, de algún cántico, de esos rostros fervientes llenos de esperanza y de fe y de las miradas fisgonas de algunos señores cucufatos con su hábito morado y velo blanco golpeándose el pecho por sus pecados.  De camino en medio de toda la multitud pude ver un pin que brillaba a lo lejos y pensé en mi madre, mi madre es una mujer de fe, contagiada por una casa católica no practicante, pero que a su forma nos impartía normas religiosas y el bien común, eso último es lo que más me gusta de mi casa, la casa que me crío. El bien común en casa es casi como una norma, "no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan" escuchábamos Siempre, y así crecimos, siendo justos pero no cojudos, me encanta eso de mi familia. La picardía y el vaivén en las calles se siente y se vive, como decimos los peruanos: no se gana, pero se goza!, Y sí que se goza!. 

Continué mi camino maravillada por todo lo que observaba, caí en cuenta que no presenciaba una procesión desde hace 20 años cuando estaba en la ventana de mi colegio ubicado en la Avenida Alfonso Ugarte. Recuerdo que en aquellas épocas nos pedían casi obligatoriamente realizar unas alfombras hechas de flores frescas para que el anda del santo pase por ahí, sin embargo, yo participaba a regaña dientes, uno porque no era creyente y dos porque pensaba que era ilógico pasarse el día haciendo eso para que unos minutos lo desbaraten todo, con los años empecé a respetar un poco más las necesidades de las personas y creo que la fe es una de ellas. 

Ya de regreso a casa pensaba en lo bien que la pasé  disfrutando sin querer la procesión en un día cualquiera, en el cual no planeaba divisar tal espectáculo, llegué a casa y le di el pin que había comprado a mi madre, me miró y me dijo: gracias hijita, que Dios te dé más!, Es una frase que mamá usa cada que le regalamos algo o le damos su propina mensual. En ese momento sonrío y pienso en la ternura y la fe de mi madre, para que arruinarle tanta belleza. 


jueves, 27 de octubre de 2022

¿Cómo la llama de cariño?

A mi padre, mi luz y mi sonrisa. 

Gracias al universo por 

haberlo recibido, abrazado 

y hacer que ahora sea mi ángel.

Gracias papá porque te siento 

cerca de mi cada día. 

Me enseñaste a enfrentar 

el miedo, luchar con ganas 

por mis sueños y nunca juzgar. 

   


Mi padre fue mi abuelo, el nos crío en conjunto con mi madre, ella trabajaba por los cuatro, es su hija menor divorciada. Papá siempre fue un hombre diferente, era un ser avanzado en pensamiento para su edad y para la época en la que había vivido, manejaba un humor ácido característico y nos llamaba de una manera muy particular.  Él nació en el año 1925, pero nunca le ponían su edad correcta, siempre se veía 20 años más joven y no estoy exagerando, su alma noble, alegre y libre lo hacía verse siempre rebosante. Había nacido en Asia un pequeño pueblo de Cañete provincia de la ciudad de Lima, criado por sus abuelo maternos Facundo y Micaela, él siempre tenía historias fantásticas de sus abuelos, su crianza, la guerra con Chile, el trueque, la primera vez que vió una moneda y cómo llegó a Lima.

En casa siempre fuimos cuatro, papá, mamá, mi hermana y yo. Era una casa en balance siempre decía él, porque desde la barriga pensaron que mi hermana sería niño, nunca se le pudo ver el sexo, él siempre soñaba con llevar a un niño a su chacra, usualmente me llevaba a mí, pero me llevaba junto a su hermana, porque decía que las mujeres duermen con las mujeres. Dormíamos en la casa de sus padres que quedaba entre el mar y la chacra, con olor a brisa y guano, nos alumbraba un lamparin al parecer hasta que yo me dormía y se acostaba diciendo: ya nacerá ese cholito (por mí hermana), para traérmelo a la chacra, sin embargo, al amanecer yo terminaba embadurnada en lodo con el en medio de la acequia.

Cuando mi hermana nació, llegó la noticia de que había que modificar hasta el nombre porque no era niño, así que le pusieron el nombre de mi abuela, Adelita. Papá no cabía en su pellejo de la emoción, era para el un gran honor, pero ya que iba a hacer , su cholito, era cholita. Usualmente pasábamos las tardes con papá, nos dejaba jugar con su cabello cano y hacerle moños, pintarle las uñas, siempre de brillo, nunca de color y hacer con el un muñeco de spa, pasó por todas las transiciones electrónicas, escuchaba con nosotras el walkman, el discman, el MP3 y hasta aprendió a hacer vídeos con el móvil, le emocionaba ver cómo funcionaba cada aparato novedoso, se reía y decía: que cojudeces sacan ahora no?, A veces se sentaba en su mueble preferido a escuchar música con audífonos, cuando los hombres de su edad aún usaban el tocadiscos, en fin, él era así moderno y alucinante. Cuando hablábamos de mi hermana a solas, al parecer le había crecido otro sueño, su cholita tenía que ser abogada, porque a mí por más que me había regalado muchos elementos de abogados desde los 6 años, (gracias a eso era la única niña que iba al colegio con un portafolio y un maletín de cuero de abogado), pero siempre me inclinaba por carreras de la salud. Papá admiraba a los abogados, él decía que ellos estudiaban siempre y estudiaban mucho y a él le hubiese gustado saber tanto, sin embargo, mi padre era un ser muy sabio.

Pasaban los años y me vino la menstruación una tarde estando sólos, él fue a comprame unas toallas higiénicas y me preparó una infusión de orégano, porque decía que eso calentaba el vientre, siempre me pareció increíble su serenidad y sabiduría para todo. Todos los días durante la escuela me llevaba el desayuno al cuarto diciendo que yo sólo tenía que estudiar que para el desayuno estaba él, pero casi siempre terminábamos juntos preparando algo en la cocina porque yo tenía hambre todo el día y él me ponía sobrenombres por comer tanto, yo era una niña alta y delgada, con mucho apetito y él decía que yo era un barril sin fondo, un músico de fiesta, un peón de Chacra, etc. Siempre con ese humor ácido que lo caracterizaba.

Cuando fuimos creciendo efectivamente me incliné por una carrera de la salud, para papá yo iba a ser loquera, así le llamaba a los psicólogos, pero siempre se dejó hacer todos los test que yo necesitaba para mis prácticas, él siempre fue así entregado a todo, a él gustaba siempre experimentar y aprender. 

Con el tiempo, mi hermana decidió ser abogada por cuenta propia, mi padre dió un salto de felicidad y siempre era muy curioso de lo que mi hermana leía o estudiaba, miraba sus libros con emoción y le gustaba verla sentaba estudiar por horas hasta el amanecer, cuando se graduó papá lloró, el decía que sus dos hijas ya eran profesionales, ahora sí se iría feliz.

Recuerdo que mamá hizo una reunión familiar pequeña y mi novio en ese entonces preguntó: señor usted teniendo dos niñas , cómo les llama de cariño, mi padre nos miró y con esa complicidad y su mirada a medio reír: dijo ellas al nacer sólo sabían comer y cagar y aunque ahora lo sepan todo, siempre serán mis CAGONAS. 




lunes, 24 de octubre de 2022

¡Qué lisura!

A Mi tía abuela Chabuca, 

su corazón tan grande 

hizo que mi niñez sea 

completa.



Llegar a la casa de la tía Chabuca era una fiesta, siempre había música, olor a buena comida y al final del día un delicioso "lonche", ni que decir de su cumpleaños o día de la madre, la casa quedaba chica y el olor a leña invadía toda la cuadra, era una tradición que los adultos se turnen para mover la olla de carapulcra, escuchando guarachas y son caribeño. 

Cada domingo del año y todas las vacaciones de verano era de saberse que estaríamos en su casa, disfrutando de sus cuentos, su risa graciosa y sus dichos bien intencionados, los más famosos eran: que lisura!, Niños perjuiciosos!, Y el más divertido de todos: idioton!, El último era cuando uno de sus nietos le había hecho perder la paciencia. La tía Chabuca era una mujer sabía y muy amorosa, su casa parecía un albergue, siempre habían huéspedes que con el tiempo se hacían familia, la tía con mucho cariño los acogía y les daba posada, hasta comida. A ella poco le importa la reputación de las personas o sus oficios, a ella le importaban los corazones y de juzgar nunca, siempre se expresaba bien de las personas y sacaba a relucir lo mejor que tenían, lo mejor que podían dar y eso era Chabuquita para todos, un corazón enorme dando lo mejor.

La casa de la tía Chabuca era un centro de juegos también, ahí tuve muchas experiencias, junto a mis primas éramos muy exploradoras en diferentes ámbitos de la vida, desde las travesuras inocentes hasta los novios, a los 10 años tuve mi primer enamorado, era un niño vecino de mi edad y pasábamos las tardes juntos leyendo, a ambos nos apasionaban los libros y las cómplices de nuestras tardes de lectura, eran mis primas. Lo curioso era que éste niño nunca me dio el famoso primer beso, sin embargo, él decía que éramos novios. Ya casi terminaba el verano y yo sabía que las visitas a la casa de la tía serían cada vez más espaciadas porque iniciaba la época escolar, así que le dije a la tía Chabuquita lo que pasaba y ella me escuchaba atentamente, finalmente me dijo: "como que no te ha dado un beso hijita, que lisura!, Pero sabes hijita a veces los ojos son ciegos, aunque el corazón lata fuerte". Después de muchos años me enteré que ese niño es gay en la actualidad y está casado con otro hombre en otro país, me alegro por él. 

Así era Chabuquita, atinada y muy locuaz, todo lo manejaba con mucha tranquilidad, daba gusto contarle vivencias porque sabías que tus palabras reposarian sobre un remanso. Gracias Chabuquita por seguir escuchando hasta hoy a ésta niña que hace muchos perjuicios a la que nunca juzgas. 


miércoles, 5 de octubre de 2022

MIENTRAS CANTAS

 

Hace tres años matriculé a mi hijo a unas clases de teatro en un taller bastante encantador, iniciaba el verano del 2020, previos a una pandemia endémica hija de puta que nos cagaría casi dos años de sociabilidad. Resulta que el primer día de clase me atendió una joven bastante amable y se refería al profesor de teatro con mucha seriedad, tiempo después supe que era su mujer. Así que pregunté si podía esperar a mi hijo en el taller ya que tenía una hora de duración, de lo contrario tendría que ir y volver de casa, ya que su respuesta fue positiva me quedé en el lugar. Cuando el profesor salió a recibir a los niños,
me saludó de una manera muy particular: “Buenas tardes estimada señora”, en ese momento pensé: nadie me dice señora, que terrible, tan vieja me veo, no es posible. Finalmente sonreí y asentí, buenas tardes le dije, pues había resultado tan encantador y tan tierno el tono de voz en su saludo que fue casi inmediato sonreírle.

 

***

Era octubre del mismo año, cuando de pronto el amable profesor que me decía “estimada señora” me envío un enlace de teatro familiar en línea para ver con mi hijo, a través del chat de Facebook, y se lo agradecí sin mayor comentario adicional. Lo curioso es que era el mes más difícil de mi vida y de esa pandemia, pues mi padre ya mayor y muy enfermo se estaba apagando día con día. Previo a ese mensaje, los meses anteriores ocasionalmente les daba una reacción a mis historias en las redes sociales, sin embargo, no le tomaba mucha importancia, porque ahora ya es casi una costumbre que la gente haga eso. Al pasar de los días en el día mas negro de mi vida, el día que llegaba de enterrar a mi padre, Luigi me envío un nuevo enlace y esta vez le respondí, sin comentarle lo que estaba sucediéndome por esos días. Tuvimos una muy amena y larga conversación de casi dos horas, nos reímos, contamos pasajes de nuestras vidas, le pedí tutearme y todo fue muy liberador, sentí que en esa conversación se había ido el mes de mierda que había estado atravesando.

 

***

Luigi ocasionalmente me escribía o yo a él, las conversaciones solían ser cortas y muy rara vez eran extensas, hablábamos de obras, libros, arte y el cotidiano. Luego de las conversiones usualmente me masturbaba pensando en lo delicado de su voz y su sonrisa. Cuando llegó el mes de marzo del año siguiente la madre de Luigi fallecería de Covid19, se fue inmersa con esta pandemia de mierda y un Luigi triste pero valiente me hablaba de su niñez y de lo bonito que había sido su desarrollo familiar, nada de dramas, ni de lamentos, por el contrario, nos reímos de muchas etapas de nuestras vidas. Nuevamente fue liberador y quedamos en salir a tomar un café, pero eso nunca sucedió.

***

En el mes de septiembre del 2022 Luigi me escribió para tomarnos ese café que nos debíamos, conversamos como nunca, me contó su historia y yo la mía, nos contamos lo que nos faltaba por conocernos y también salió a relucir que su mujer, la madre de sus hijos se había ido a radicar a otro país y que posiblemente se separaban, pero también había la posibilidad de que vuelva y continúen la relación, también hablamos de nuestros trabajos actuales y me contó que tenía una jefatura importante en el área de cultura del arte en nuestra ciudad. Aquella noche conversamos dos horas sin parar en un café que cerraban a las 10 pm., así que tuvimos que irnos, como la conversación estuvo tan interesante, le dije para ir a un bar y nos quedamos ahí hasta pasada la medianoche, al salir de aquel bar me acompañó a casa y quedamos en vernos más seguido. Aquella noche me masturbé pensando en el roce de sus manos que casualmente pasaban por las mías cuando me mostraba fotos en su móvil.

***

Luigi: Lore, te invito al Museo de Artes, habrá una feria de libro y muchas presentaciones interesantes.

Lorena: Dale Luigi, ahí estaré. Paso por ti a la salida del trabajo.

Luigi: No, pasa antes porque yo seré tu anfitrión. Cuando llegues me llamas.

Lorena: está bien, ahí nos vemos.

 

***

Aquel día estaba ansiosa por ir a ver a Luigi, todo el día estuve pensando en aquel momento y ni yo entendía porque me sentía así, hace muchos años que no sentía aquella sensación tan invasiva y placentera a la vez. Cuando llegué al museo de artes, llamé por teléfono a Luigi y le dije que lo esperaba en la cúpula, a los segundos él estaba ahí con esa sonrisa y sus palabras siempre tan lindas: estás hermosa, me dijo. Y yo sin saber que decir, solo dije gracias y sonreí.

Me llevó a conocer todas las instalaciones del museo, las cuales solo tenían acceso para los trabajadores, así que vi muchas partes hermosas y como perdidas en el tiempo, en algunos espacios del recorrido encontrábamos a sus compañeros de trabajo y demás personal, Luigi me presentaba siempre de una manera muy bonita y todos eran siempre muy amables, tenían una mirada como de complicidad, como si supieran que entre nosotros hubiese un tipo de relación en potencia que ni siquiera nosotros sabíamos. Las horas pasaron y llegó la hora de salir, Luigi me propuso ir a caminar al centro histórico de la ciudad y tomar un café en lo alto de una azotea para poder divisar toda la ciudad llena de luces, sin embargo, no encontramos el lugar indicado y muy por el contrario encontramos una taberna con luz tenue, alcohol, piqueos y música en vivo. Nos acoplamos al lugar y cantamos muchas canciones de rock en español acompañando al solista, tan contentos nos pusimos que nos dieron el micrófono y nosotros felices y con almas de cantantes profesionales despegamos eufóricamente, mientras yo cantaba “La flaca” de jarabe de palo observé como Luigi me miraba, miraba mis gestos, mis movimientos, siempre con esos ojos tan tiernos y esa sonrisa que me dejaba sin aliento, en ese momento no pude contener mas el deseo que fue más rápido que yo y lo besé, él me correspondió el beso de una forma increíble, nos besamos por un largo momento, nos olvidamos de todos alrededor, hasta que llegó la mesera con los nuevos tragos a interrumpir mi escena azucarada, al mirarnos Luigi y yo, él me dijo tocándome: “siente como sudan mis manos”. Estuvimos ahí un momento más y Luigi me propuso ir a caminar por la ciudad, caminamos cogidos de la mano y fue la caminata más especial que había tenido en muchos años, Luigi no dejaba de besarme, cada cierto tramo parábamos a besarnos, fue asquerosamente mágico.

Tomamos un taxi rumbo a casa y para variar nos tocó uno de esos taxistas parlanchines, no dejaba de hablar y nosotros sólo queríamos besarnos y tocar nuestras manos mirándonos como idiotas, pero no nos dejaban ser lo suficientemente sacados de una película de Woody Allen. Por fin el conductor se quedó en silencio y proseguimos a ser como los novios de la banca en la película Manhattan, Luigi me preguntó si podíamos pasar la noche juntos y dije que sí. Nos bajamos en un lugar acercado a casa y lo único que encontramos fue un hotel de paso, improvisado que más parecía una casa, pero no nos importó. Cuando entramos a la habitación Luigi me pidió que por favor no me quite la ropa, que él lo quería hacer, fue quitándome poco a poco cada una de mis prendas y besando la piel que quedaba al descubierto, haciendo vibrar cada vello, sentía como una corriente recorría mi cuerpo, sentía su respiración caliente y su miembro erecto cerca de mis piernas, estábamos parados y desnudos frente a frente, me puso suavemente sobre la cama, abrió mis piernas y me hizo el sexo oral mas delicado de la historia, a los segundos se puso de pie y metió su verga en mi vagina, la metió delicadamente y poco a poco iba tomando ritmo, era furioso y delicado a la vez, me hizo estallar de placer en menos de cinco minutos, luego me puso de espaldas y posándose sobre mí me cogió como nunca, mientras me cogía me repetía muchas veces que le gustaba mi piel y como gemía, después de esa pose me tocó ir sobre él y mirándome a los ojos me dijo: por favor cántame. Yo me quedé muy sorprendida, nunca nadie en mis más extrañas relaciones me había pedido eso y él me dijo: soy un actor y soy muy raro, por favor cántame, quiero hacerte el amor MIENTRAS CANTAS.

lunes, 5 de agosto de 2019

"Yo nací el día en que te conocí"


Llegué derrotada, con las ojeras confundidas con el color luto de mí alma, que estaba rota, tanto; que ya sólo se arrastraba junto a mi cuerpo inerte que se hacía de los espantos de la rutina carcelaria y aburrida que me habían dejado esos duros días por tener el corazón acongojado. Había dejado mí piel feliz quién sabe dónde, había dejado los buenos días y las charlas profundas en algún acantilado limeño, dónde solía pasar el tiempo con sus ojos sobre mí, sin que yo me diera cuenta, lo peor de todo era que yo lo dejaba porque él me amaba demasiado, porque su desdicha de hacía varios años era haberse enamorado de mí. Cuando le dije que ya no podíamos vernos más, su mirada fulminó mi alma, me miró con esos ojos pequeños y rotos sabiéndose venir lo que yo diría y me hizo una pregunta: "quiero que me digas con toda sinceridad si es porque ya no me amas", le dije: "te amo, eso no se borra de un día a otro" y me iba rompiendo, dolía tanto que no sé cómo demonios pude seguir hablando, respirando, pero lo que si sé es que le hice el amor como nunca, pude memorizar todos los espacios de su cuerpo, su miembro dentro de mí y su alma tocando la mía, pude memorizar sus te amos susurrados mientras cabalgaba su pelvis, su sentir mientras me decía que yo sea feliz. 

He llorado como nunca antes lo había hecho, lo he llorado cada noche hasta dormir y no me da vergüenza, lo he llorado viendo películas viejas y escuchando músicas nuestras, lo he llorado con un bolero en la mesa de noche, con la dedicatoria de un libro y con una camisa de él puesta sobre mí, lo he llorado y así con el lloro a flor de piel he pensado en salir corriendo alguna madrugada directo a su casa y gritarle porque me duele tanto, lo he llorado para sacarlo de mí, pero le he sentido cada vez más dentro, más cerca, más mío. Y en éste centro íntimo de mi pena supe que jamás me había enamorado, que era la primera vez, que era el miedo lo que me había hecho dejarle, el miedo de hacerlo infeliz porque el lugar que le daba no era el apropiado, sin embargo, en lo más profundo de mi pena empecé a buscar todo aquel recuerdo que dejaron 7 años de amor, años de entero cariño, pasión, amistad, complicidad y corrí nuevamente por él, corrí detrás del tren como en esas películas viejas donde el protagonista va despidiendo a su amor, pero no se resigna, corre con la esperanza de volver a verla, pues; yo corro detrás de tí, yo nuevamente me inclino por tí,  por nuestras tertulias, nuestras tardes de siesta, nuestros almuerzos con postre al final y con postre carnal, nuestras visitas a la feria del libro, nuestras  caminatas infinitas, las tardes en la pera viendo como algún cachorro se roba mi zapato y tú corriendo para rescatarlo, sí, tú, ese chico temeroso que alguna vez conocí, ahora un hombre que hace flaquear mi más entera fama de calienta huevos master, nuestro amor asquerosamente obsceno y verdaderamente bello, porque como lo hemos dicho tantas veces: "yo nací el día en que te conocí". 

miércoles, 6 de febrero de 2019

Yo también lloro por las noches


Muchas noches extraño mis horas de sueño prolongado, ése sin preocupación o exaltación alguna, sin niños y tosecillas nocturnas, extraño justamente ésto, mis horas sentada frente a la computadora, tratando de expectorar algún escrito malsano descifrando mis días. Extraño perderme en cualquier situación indecente sin tener que regresar antes del amanecer, extraño mi yo antes de éste, antes de perder mi autonomía garantizada y administrada por un niño de 5 años. Si ya sé que han pasado varios como para acostumbrarme, pero creo que nadie termina de acostumbrarse a no tenerse por completo. Escucho muchos testimonios de madres que buscan desayunar o cenar conmigo para contarme sus horrorosos días, madres de dos o más hijos, que terminan llorando de frustración y dándose aliento al mismo tiempo, diciendo: pero que puedo hacer, son mis hijos y los amo.
Y ahí vamos, perfectamente entiendo todo lo que dicen, mientras lloran, sollozan y secan sus lágrimas, pero me queda decir la falsa caricia afectiva para una madre de infantes que no encuentra consuelo: ¡ya crecerán!
A veces me consuelo pensando que seré una cuarentona libre de acá a 10 años, que podré irme de vacaciones sola y desinteresada, pienso lo rico que sería ese momento y me reconforto antes de dormir, después de mi pesado día, tratando de darme unas horas paras mí. También visito páginas de modas y bisutería, creando miles de combinaciones en mi cabeza, pensando en que podría ser una excelente bloguera de modas, otras veces leo y me introduzco en los submundos sórdidos de ciertos personajes y autores de mis libros favoritos, otras veces llego a pensar en que soy una egoísta fantaseando con todo ese tiempo absolutamente para mí, lejos del ruido de la terrorífica palabra: ¡MAMÁ!.
Me pongo muchas veces a pensar si todas las madres del universo pasan por esto, a algunas se les ve tan felices colgando miles de fotos con mensajes jodidamente dulces acerca de sus hijos, que pienso si lo hacen porque así lo sienten o porque es lo que quisieran llegar a sentir, como andarse creando una atmósfera color algodón de azúcar para no ver el lado desagradable del asunto. Otras veces he llegado a pensar en que todas son egoístas, recuerdo aun cuando no tenía hijos, la mayoría me decía que tenga ya un hijito, que se me iba a pasa el tren, que son bellos los bebés, que es maravilloso ser mami. Sin embargo, cuando ya tenía como 6 meses de embarazo me decían: ¡uy, ahora sí que se viene lo feo, aprovecha en dormir, en comer, porque ese angelito no te dejará siquiera ir al baño, en esos momentos yo pensaba, porque pinche madres no me decían eso antes, pendejas!, no contentas con eso, dos años después, me preguntaban: ¿y para cuando el segundo?, así que creo que me faltarían insultos, palabras soeces y pensamientos asesinos para describir lo que pensaba acerca de ellas en esos momentos.
Ahora con todo lo escrito anteriormente no quiero que piensen que tengo una vida desgraciada, tampoco que soy una psicótica, amo a mi hijo y le dedico tiempo, claro que sí. Pero extraño mi tiempo y desde que él se vuelve cada día más independiente, trato de recuperar el mío, de darme espacio, de hacerme sentir un ser humano con derecho a disfrutarse. Estoy muy segura que no solo venimos a este mundo a ser padres, venimos a disfrutarnos, esto no lo escribo solo por las mujeres, lo escribo también por los hombres que sienten lo mismo, que su espacio ha sido hurgado y desfasado por responsabilidades, esposas e hijos, que han perdido espacio destinado a hacerse sentir placidos y plenos. No estamos siendo malos ni indiferentes con nuestros hijos, por el contrario, nos estamos haciendo un bien, para darles más de ese espacio bueno de nosotros a ellos.
Suelo ser muy bromista y sarcástica con mi hijo, eso me ayuda a canalizar muchos de sus berrinches y cambios de humor, creo que a mi particularmente eso me ha ayudado mucho.
Con respecto a si creo que las mujeres deben tener hijos, pues creo que tenerlos no es una especie de premio o realización, pienso que es una decisión que se debe tomar con la cabeza bien fría y con los planes ya resueltos. Mi hijo es mi plan mejor ejecutado, el más perfecto, pero de que jode, ¡jode!, eso se los digo con sinceridad a toda mujer que se viene animando a la maternidad, prefiero ser sincera a que luego me tilden de egoísta e hipócrita, nadie podría decir que ser padres es fácil, Nadie podría decir que a causa de cansancio no ha llorado por las noches.