miércoles, 5 de octubre de 2022

MIENTRAS CANTAS

 

Hace tres años matriculé a mi hijo a unas clases de teatro en un taller bastante encantador, iniciaba el verano del 2020, previos a una pandemia endémica hija de puta que nos cagaría casi dos años de sociabilidad. Resulta que el primer día de clase me atendió una joven bastante amable y se refería al profesor de teatro con mucha seriedad, tiempo después supe que era su mujer. Así que pregunté si podía esperar a mi hijo en el taller ya que tenía una hora de duración, de lo contrario tendría que ir y volver de casa, ya que su respuesta fue positiva me quedé en el lugar. Cuando el profesor salió a recibir a los niños,
me saludó de una manera muy particular: “Buenas tardes estimada señora”, en ese momento pensé: nadie me dice señora, que terrible, tan vieja me veo, no es posible. Finalmente sonreí y asentí, buenas tardes le dije, pues había resultado tan encantador y tan tierno el tono de voz en su saludo que fue casi inmediato sonreírle.

 

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Era octubre del mismo año, cuando de pronto el amable profesor que me decía “estimada señora” me envío un enlace de teatro familiar en línea para ver con mi hijo, a través del chat de Facebook, y se lo agradecí sin mayor comentario adicional. Lo curioso es que era el mes más difícil de mi vida y de esa pandemia, pues mi padre ya mayor y muy enfermo se estaba apagando día con día. Previo a ese mensaje, los meses anteriores ocasionalmente les daba una reacción a mis historias en las redes sociales, sin embargo, no le tomaba mucha importancia, porque ahora ya es casi una costumbre que la gente haga eso. Al pasar de los días en el día mas negro de mi vida, el día que llegaba de enterrar a mi padre, Luigi me envío un nuevo enlace y esta vez le respondí, sin comentarle lo que estaba sucediéndome por esos días. Tuvimos una muy amena y larga conversación de casi dos horas, nos reímos, contamos pasajes de nuestras vidas, le pedí tutearme y todo fue muy liberador, sentí que en esa conversación se había ido el mes de mierda que había estado atravesando.

 

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Luigi ocasionalmente me escribía o yo a él, las conversaciones solían ser cortas y muy rara vez eran extensas, hablábamos de obras, libros, arte y el cotidiano. Luego de las conversiones usualmente me masturbaba pensando en lo delicado de su voz y su sonrisa. Cuando llegó el mes de marzo del año siguiente la madre de Luigi fallecería de Covid19, se fue inmersa con esta pandemia de mierda y un Luigi triste pero valiente me hablaba de su niñez y de lo bonito que había sido su desarrollo familiar, nada de dramas, ni de lamentos, por el contrario, nos reímos de muchas etapas de nuestras vidas. Nuevamente fue liberador y quedamos en salir a tomar un café, pero eso nunca sucedió.

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En el mes de septiembre del 2022 Luigi me escribió para tomarnos ese café que nos debíamos, conversamos como nunca, me contó su historia y yo la mía, nos contamos lo que nos faltaba por conocernos y también salió a relucir que su mujer, la madre de sus hijos se había ido a radicar a otro país y que posiblemente se separaban, pero también había la posibilidad de que vuelva y continúen la relación, también hablamos de nuestros trabajos actuales y me contó que tenía una jefatura importante en el área de cultura del arte en nuestra ciudad. Aquella noche conversamos dos horas sin parar en un café que cerraban a las 10 pm., así que tuvimos que irnos, como la conversación estuvo tan interesante, le dije para ir a un bar y nos quedamos ahí hasta pasada la medianoche, al salir de aquel bar me acompañó a casa y quedamos en vernos más seguido. Aquella noche me masturbé pensando en el roce de sus manos que casualmente pasaban por las mías cuando me mostraba fotos en su móvil.

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Luigi: Lore, te invito al Museo de Artes, habrá una feria de libro y muchas presentaciones interesantes.

Lorena: Dale Luigi, ahí estaré. Paso por ti a la salida del trabajo.

Luigi: No, pasa antes porque yo seré tu anfitrión. Cuando llegues me llamas.

Lorena: está bien, ahí nos vemos.

 

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Aquel día estaba ansiosa por ir a ver a Luigi, todo el día estuve pensando en aquel momento y ni yo entendía porque me sentía así, hace muchos años que no sentía aquella sensación tan invasiva y placentera a la vez. Cuando llegué al museo de artes, llamé por teléfono a Luigi y le dije que lo esperaba en la cúpula, a los segundos él estaba ahí con esa sonrisa y sus palabras siempre tan lindas: estás hermosa, me dijo. Y yo sin saber que decir, solo dije gracias y sonreí.

Me llevó a conocer todas las instalaciones del museo, las cuales solo tenían acceso para los trabajadores, así que vi muchas partes hermosas y como perdidas en el tiempo, en algunos espacios del recorrido encontrábamos a sus compañeros de trabajo y demás personal, Luigi me presentaba siempre de una manera muy bonita y todos eran siempre muy amables, tenían una mirada como de complicidad, como si supieran que entre nosotros hubiese un tipo de relación en potencia que ni siquiera nosotros sabíamos. Las horas pasaron y llegó la hora de salir, Luigi me propuso ir a caminar al centro histórico de la ciudad y tomar un café en lo alto de una azotea para poder divisar toda la ciudad llena de luces, sin embargo, no encontramos el lugar indicado y muy por el contrario encontramos una taberna con luz tenue, alcohol, piqueos y música en vivo. Nos acoplamos al lugar y cantamos muchas canciones de rock en español acompañando al solista, tan contentos nos pusimos que nos dieron el micrófono y nosotros felices y con almas de cantantes profesionales despegamos eufóricamente, mientras yo cantaba “La flaca” de jarabe de palo observé como Luigi me miraba, miraba mis gestos, mis movimientos, siempre con esos ojos tan tiernos y esa sonrisa que me dejaba sin aliento, en ese momento no pude contener mas el deseo que fue más rápido que yo y lo besé, él me correspondió el beso de una forma increíble, nos besamos por un largo momento, nos olvidamos de todos alrededor, hasta que llegó la mesera con los nuevos tragos a interrumpir mi escena azucarada, al mirarnos Luigi y yo, él me dijo tocándome: “siente como sudan mis manos”. Estuvimos ahí un momento más y Luigi me propuso ir a caminar por la ciudad, caminamos cogidos de la mano y fue la caminata más especial que había tenido en muchos años, Luigi no dejaba de besarme, cada cierto tramo parábamos a besarnos, fue asquerosamente mágico.

Tomamos un taxi rumbo a casa y para variar nos tocó uno de esos taxistas parlanchines, no dejaba de hablar y nosotros sólo queríamos besarnos y tocar nuestras manos mirándonos como idiotas, pero no nos dejaban ser lo suficientemente sacados de una película de Woody Allen. Por fin el conductor se quedó en silencio y proseguimos a ser como los novios de la banca en la película Manhattan, Luigi me preguntó si podíamos pasar la noche juntos y dije que sí. Nos bajamos en un lugar acercado a casa y lo único que encontramos fue un hotel de paso, improvisado que más parecía una casa, pero no nos importó. Cuando entramos a la habitación Luigi me pidió que por favor no me quite la ropa, que él lo quería hacer, fue quitándome poco a poco cada una de mis prendas y besando la piel que quedaba al descubierto, haciendo vibrar cada vello, sentía como una corriente recorría mi cuerpo, sentía su respiración caliente y su miembro erecto cerca de mis piernas, estábamos parados y desnudos frente a frente, me puso suavemente sobre la cama, abrió mis piernas y me hizo el sexo oral mas delicado de la historia, a los segundos se puso de pie y metió su verga en mi vagina, la metió delicadamente y poco a poco iba tomando ritmo, era furioso y delicado a la vez, me hizo estallar de placer en menos de cinco minutos, luego me puso de espaldas y posándose sobre mí me cogió como nunca, mientras me cogía me repetía muchas veces que le gustaba mi piel y como gemía, después de esa pose me tocó ir sobre él y mirándome a los ojos me dijo: por favor cántame. Yo me quedé muy sorprendida, nunca nadie en mis más extrañas relaciones me había pedido eso y él me dijo: soy un actor y soy muy raro, por favor cántame, quiero hacerte el amor MIENTRAS CANTAS.

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