Mientras realizaba el trabajo de investigación, nuestras miradas se cruzaban todo el tiempo en ese salón de clase, mi celular no paraba de palpitar mensajes de texto y mensajes instantáneos, diciendo lo sexy que me veía, era muy excitante; no dejaba de mirarlo y pensar en lo perfecto que era su cuerpo dorado y fornido, muy aparte de aquel terno azul y esos gemelos dorados, lo cual hacía mucho mejor el panorama. De vez en cuando se acercaba y me preguntaba cómo iba con el trabajo, pero luego casi susurrando decía espérame hasta el final que yo te llevaré a casa, era la última en irme, lo esperaba hasta que de la última sugerencia a uno de esos alumnos que no perdía oportunidad de mostrar que se preocupaba por su trabajo y hacerle un ritual al profesor diciéndole lo bien que enseñaba, detestaba eso realmente, me parecía patético. Al terminar su amena charla con dicho alumno con ambivalencias inculcadas por la ambición de notas y puestos de reconocimiento, procedíamos a irnos, me decía: “bueno ya es hora” y hacía los gestos que yo ya conocía, aquellos que significaban que ya era hora de irnos. Ya en el auto y después de haber recorrido todo el campus universitario, me decía: “no puedo creer que seas tan joven y estés con una persona ya tan gastada por esta vida, dime una cosa ¿eres feliz conmigo Azul?”– si Facundo por supuesto que lo soy…encendió el auto y nos pusimos en marcha a casa…
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