lunes, 2 de septiembre de 2013

ESE FEO VICIO

Dicen que ese feo vicio se hereda, pues yo discrepo, mi familia lo odia, creo que es más una conexión invisible, discreta, distinta que me acompaña en mis malas rachas y en mis eternas noches de soledad. Dicen que es muy dañino. Sin embargo, he conocido personas más dañinas en este mundo lleno de cantares complacientes, pero siempre infelices. 

Ese flaquito humeante y ardiente se deshace y su cuerpo va desapareciendo en el viento arrastrado cual bolsa u hoja del otoño, a ese al que puedo hablarle sin que me interrumpa y que me oye en completo silencio, haciéndome sentir su centro, su universo. A ese le dedico hoy mi noche en esta humilde prosa. Aumentan más mis ganas cuando al tocarlo se convierte en mi muso, mi inspiración, me regocijo en su eterno olor y lo guardo conmigo.

En muchas oportunidades hemos caminado noches frías, lluviosas, otras hemos llorado, reído, ha sido testigo de tertulias interminables después de hacer el amor con algún amante furtivo momentáneo o eterno, ha estado en mis mejores y peores momentos, he tratado y han tratado de despojarme de él, pero nuestra unión es casi enfermiza simbiótica, cual pareja celotípica y escandalosa. Algunos me proponen hacerlo con clase, con elegancia, pero a mí me gusta así, rústico, original, en su cajita tétrica y desalineada, a veces aplastada por las trochas que lo obligo a recorrer cuando lo llevo en los bolsillos, y él atraviesa paciente todas esas surtideras mías, nuestras, eternas.

Lo conocí a temprana edad, hace ya 14 años y aún me hace vibrar, desnuda mis bajos pensamientos y en oportunidades me arrastra con él a divagar por el viento y lo quiero, lo quiero más. Sé que siempre habrá mística, fidelidad, indecencia y todo aquel sentimiento oscuro que la sociedad no permite, pero que él me deja ser y sentir a su lado.

Esta magnífica noche me acompaña, siempre leal y silencioso, cual lienzo febril de aquel pintor que alguna vez quise esculpir.





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