Hace tres años matriculé a mi hijo a unas clases de teatro en un taller
bastante encantador, iniciaba el verano del 2020, previos a una pandemia
endémica hija de puta que nos cagaría casi dos años de sociabilidad. Resulta
que el primer día de clase me atendió una joven bastante amable y se refería al
profesor de teatro con mucha seriedad, tiempo después supe que era su mujer. Así
que pregunté si podía esperar a mi hijo en el taller ya que tenía una hora de
duración, de lo contrario tendría que ir y volver de casa, ya que su respuesta
fue positiva me quedé en el lugar. Cuando el profesor salió a recibir a los
niños,
me saludó de una manera muy particular: “Buenas tardes estimada señora”,
en ese momento pensé: nadie me dice señora, que terrible, tan vieja me veo, no
es posible. Finalmente sonreí y asentí, buenas tardes le dije, pues había
resultado tan encantador y tan tierno el tono de voz en su saludo que fue casi
inmediato sonreírle.
***
Era octubre del mismo año, cuando de pronto el amable profesor que me decía
“estimada señora” me envío un enlace de teatro familiar en línea para ver con
mi hijo, a través del chat de Facebook, y se lo agradecí sin mayor comentario
adicional. Lo curioso es que era el mes más difícil de mi vida y de esa
pandemia, pues mi padre ya mayor y muy enfermo se estaba apagando día con día.
Previo a ese mensaje, los meses anteriores ocasionalmente les daba una reacción
a mis historias en las redes sociales, sin embargo, no le tomaba mucha
importancia, porque ahora ya es casi una costumbre que la gente haga eso. Al
pasar de los días en el día mas negro de mi vida, el día que llegaba de
enterrar a mi padre, Luigi me envío un nuevo enlace y esta vez le respondí, sin
comentarle lo que estaba sucediéndome por esos días. Tuvimos una muy amena y
larga conversación de casi dos horas, nos reímos, contamos pasajes de nuestras
vidas, le pedí tutearme y todo fue muy liberador, sentí que en esa conversación
se había ido el mes de mierda que había estado atravesando.
***
Luigi ocasionalmente me escribía o yo a él, las conversaciones solían ser
cortas y muy rara vez eran extensas, hablábamos de obras, libros, arte y el
cotidiano. Luego de las conversiones usualmente me masturbaba pensando en lo
delicado de su voz y su sonrisa. Cuando llegó el mes de marzo del año siguiente
la madre de Luigi fallecería de Covid19, se fue inmersa con esta pandemia de
mierda y un Luigi triste pero valiente me hablaba de su niñez y de lo bonito
que había sido su desarrollo familiar, nada de dramas, ni de lamentos, por el
contrario, nos reímos de muchas etapas de nuestras vidas. Nuevamente fue
liberador y quedamos en salir a tomar un café, pero eso nunca sucedió.
***
En el mes de septiembre del 2022 Luigi me escribió para tomarnos ese café
que nos debíamos, conversamos como nunca, me contó su historia y yo la mía, nos
contamos lo que nos faltaba por conocernos y también salió a relucir que su
mujer, la madre de sus hijos se había ido a radicar a otro país y que posiblemente
se separaban, pero también había la posibilidad de que vuelva y continúen la
relación, también hablamos de nuestros trabajos actuales y me contó que tenía
una jefatura importante en el área de cultura del arte en nuestra ciudad. Aquella
noche conversamos dos horas sin parar en un café que cerraban a las 10 pm., así
que tuvimos que irnos, como la conversación estuvo tan interesante, le dije
para ir a un bar y nos quedamos ahí hasta pasada la medianoche, al salir de
aquel bar me acompañó a casa y quedamos en vernos más seguido. Aquella noche me
masturbé pensando en el roce de sus manos que casualmente pasaban por las mías
cuando me mostraba fotos en su móvil.
***
Luigi: Lore, te invito al Museo de Artes, habrá una feria de libro y muchas
presentaciones interesantes.
Lorena: Dale Luigi, ahí estaré. Paso por ti a la salida del trabajo.
Luigi: No, pasa antes porque yo seré tu anfitrión. Cuando llegues me
llamas.
Lorena: está bien, ahí nos vemos.
***
Aquel día estaba ansiosa por ir a ver a Luigi, todo el día estuve pensando
en aquel momento y ni yo entendía porque me sentía así, hace muchos años que no
sentía aquella sensación tan invasiva y placentera a la vez. Cuando llegué al
museo de artes, llamé por teléfono a Luigi y le dije que lo esperaba en la
cúpula, a los segundos él estaba ahí con esa sonrisa y sus palabras siempre tan
lindas: estás hermosa, me dijo. Y yo sin saber que decir, solo dije gracias y
sonreí.
Me llevó a conocer todas las instalaciones del museo, las cuales solo
tenían acceso para los trabajadores, así que vi muchas partes hermosas y como perdidas
en el tiempo, en algunos espacios del recorrido encontrábamos a sus compañeros
de trabajo y demás personal, Luigi me presentaba siempre de una manera muy
bonita y todos eran siempre muy amables, tenían una mirada como de complicidad,
como si supieran que entre nosotros hubiese un tipo de relación en potencia que
ni siquiera nosotros sabíamos. Las horas pasaron y llegó la hora de salir,
Luigi me propuso ir a caminar al centro histórico de la ciudad y tomar un café
en lo alto de una azotea para poder divisar toda la ciudad llena de luces, sin
embargo, no encontramos el lugar indicado y muy por el contrario encontramos
una taberna con luz tenue, alcohol, piqueos y música en vivo. Nos acoplamos al
lugar y cantamos muchas canciones de rock en español acompañando al solista,
tan contentos nos pusimos que nos dieron el micrófono y nosotros felices y con
almas de cantantes profesionales despegamos eufóricamente, mientras yo cantaba
“La flaca” de jarabe de palo observé como Luigi me miraba, miraba mis gestos,
mis movimientos, siempre con esos ojos tan tiernos y esa sonrisa que me dejaba
sin aliento, en ese momento no pude contener mas el deseo que fue más rápido
que yo y lo besé, él me correspondió el beso de una forma increíble, nos
besamos por un largo momento, nos olvidamos de todos alrededor, hasta que llegó
la mesera con los nuevos tragos a interrumpir mi escena azucarada, al mirarnos
Luigi y yo, él me dijo tocándome: “siente como sudan mis manos”. Estuvimos ahí
un momento más y Luigi me propuso ir a caminar por la ciudad, caminamos cogidos
de la mano y fue la caminata más especial que había tenido en muchos años,
Luigi no dejaba de besarme, cada cierto tramo parábamos a besarnos, fue
asquerosamente mágico.
Tomamos un taxi rumbo a casa y para variar nos tocó uno de esos taxistas
parlanchines, no dejaba de hablar y nosotros sólo queríamos besarnos y tocar
nuestras manos mirándonos como idiotas, pero no nos dejaban ser lo
suficientemente sacados de una película de Woody Allen. Por fin el conductor se
quedó en silencio y proseguimos a ser como los novios de la banca en la
película Manhattan, Luigi me preguntó si podíamos pasar la noche juntos y dije
que sí. Nos bajamos en un lugar acercado a casa y lo único que encontramos fue
un hotel de paso, improvisado que más parecía una casa, pero no nos importó.
Cuando entramos a la habitación Luigi me pidió que por favor no me quite la
ropa, que él lo quería hacer, fue quitándome poco a poco cada una de mis
prendas y besando la piel que quedaba al descubierto, haciendo vibrar cada
vello, sentía como una corriente recorría mi cuerpo, sentía su respiración
caliente y su miembro erecto cerca de mis piernas, estábamos parados y desnudos
frente a frente, me puso suavemente sobre la cama, abrió mis piernas y me hizo
el sexo oral mas delicado de la historia, a los segundos se puso de pie y metió
su verga en mi vagina, la metió delicadamente y poco a poco iba tomando ritmo,
era furioso y delicado a la vez, me hizo estallar de placer en menos de cinco
minutos, luego me puso de espaldas y posándose sobre mí me cogió como nunca,
mientras me cogía me repetía muchas veces que le gustaba mi piel y como gemía,
después de esa pose me tocó ir sobre él y mirándome a los ojos me dijo: por favor
cántame. Yo me quedé muy sorprendida, nunca nadie en mis más extrañas
relaciones me había pedido eso y él me dijo: soy un actor y soy muy raro, por
favor cántame, quiero hacerte el amor MIENTRAS CANTAS.