Desde niña me gustó mucho la palabra “Amante”, aunque a veces creo que no fue buena idea crecer pensando que era algo espectacular y profundo, o tal vez si, bueno el punto es que mientras fueron pasando los años, empecé a creer con mayor afán en esa palabra, no miraba a los chicos de mi edad, porque simplemente me parecían muy tontos, yo quería alguien completo y pasional, alguien grande, diferente.
Fue entonces así que empecé a tener relaciones amorosas con hombres mucho mayores que yo, hombres de los cuales aprendí lo necesario y que hasta ahora mantengo como amigos, pero hubo uno en especial, uno que logró que fuera realmente su amante, no por la forma en que hacíamos el amor, ni la forma en la cual nos amábamos, aunque suene redundante, fue porque él estaba casado y yo era eso, su “Amante”.
Javier y yo nos conocimos de una forma muy particular, como de película, nos chocamos en la calle sin querer y el botó mi café, para lo cual tuvo la amabilidad de comprarme otro y me acompaño a beberlo, yo por mi lado, dejé de ir a la clase que debía y me quedé con él, era muy apuesto y sobre todo mayor, él tenía 36 años y yo bordeaba los 20, era muy excitante para una chica de mi edad, sobre todo al ver una circulina dorada en su dedo anular, “casado”. Durante la conversación aquella tarde compartimos muchas cosas acerca de ambos y me dejó muy en claro que tenía una esposa e hija, que era muy feliz, pero que sin embargo había tenido una que otra aventura amorosa, pues yo le di a entender que eso a mí no me molestaba, “atrevida”.
Al pasar las semanas Javier y yo estábamos envueltos en una relación amorosa clandestina, llena de llamadas rápidas y ningún mensaje de texto (su mujer podía encontrar alguno), nos veíamos una o dos veces por mes, en los mejores hoteles de lima y comíamos en buenos restaurantes, la verdad siempre pensé que lo hacía para compensar el poco tiempo que me brindaba. Luego las salidas eran más seguidas, las llamadas más largas y empezaron a llegar los mensajes de texto, aparecieron esos reclamos que la gente llama celos y hasta discusiones sin sentido, empezábamos a ser una pareja normal y eso me horrorizaba, de pronto empecé a decirle que no tenía tiempo, que el trabajo me tenía exhausta, inventaba más excusas para no verlo, empecé a sentir que estaba perdiendo a mi Amante y ganando un hombre común y corriente, celoso y posesivo.
Un día saliendo de la universidad recibí una llamada y era una mujer, que empezó a hablarme muy pausada, diciendo lo siguiente: “no te asustes que no quiero hacerte ningún escándalo, yo conozco a mi marido y no es la primera vez que me hace esto, pero por favor quiero que sepas que él tiene una familia y te agradecería que te alejes, no pierdas tu tiempo”, esa última frase me sonó durante horas en la cabeza “no pierdas tu tiempo”, y si, era exactamente lo que debía dejar de hacer, automáticamente llame a Javier y le dije: no puedo perder mi tiempo, tu mujer tiene razón, yo solo quiero un amante, no un esposo, ni un padre, en ese momento solo lo escuche decir: “qué?”.
Hasta ahora le agradezco a esa mujer, que bueno sigue con su “Esposo”, al cual hasta ahora veo de vez en cuando, comemos, charlamos y nos contamos vivencias, claro como amigos. Pues hay hombres que no pueden ser amantes, siempre quieren tenerlo todo, y yo no soy de esas mujeres, yo prefiero un AMANTE.
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