jueves, 9 de marzo de 2017

Sueños Indecentes



Sonó el teléfono y era él, indicando que estaba esperándome en la puerta del edificio.

-dónde estás, no te veo

-del otro lado, no quiero que me vea tu novio

-jajaja, estás loco

Subí al auto y me sentía entre a gusto y nerviosa, me gustaba mucho su look, su edad y su personalidad. Era un hombre extraordinario, tenía un auto modesto, ya que también tenía un sueldo modesto, una esposa y 2 hijos.

Empezamos a hablar de nuestras anecdotas universitarias, discotecas y calles de Lima por las que habíamos caminado hasta el amanecer, nos dirigimos a un lugar a comprar unas latas de cerveza, mi licor favorito, para luego dirigirnos a un lugar más apartado e íntimo.

Juan José y Yo habíamos pasado meses conversando a diario, hablando de nuestros pasatiempos, gustos en común, literatura, cine, arte, música, de todo. Me había hablado de sus desventuras de sus dos separaciones dentro de un mismo matrimonio, su actual matrimonio. 




***




Conocí a Sandrita en una parrillada de confraternidad del trabajo de Juan José, hablamos casi toda la tarde, me pareció una mujer espectacular, pero demasiado madre, de esas mujeres que se entregan a la labor y se dejan de lado sin siquiera mirarse a los ojos en el espejo cuando van al lavado a diario, esas mujeres me agobian, pero a la vez me traen el calor de mamá, ese calor que a veces necesito tocar apenas para saber que si lo tengo, pero que me cuesta percibir en mi propia vida. Sandrita, me habló todo el tiempo de su matrimonio, me daba consejos de como tener un marido felíz y unos hijos maravillosos en un hogar perfecto, la escuchaba mientras observaba de costado a Juan José, observaba como cada media hora volteaba a sonreirme, no sabía si lo hacía por cortesía o por algún gusto en común. Pues desde que lo vi entrar con esa cara madura de hombre mayor, el cabello largo, el polo metal y esos pantalones militares, me dio un impulso de querer besarlo, cuando se acercó a mi nos presentaron, le di la mano y me dijo: eres más bonita en persona.




***




-Hola, Azul. Soy Juan José, te acuerdas de mí, el de la parrillada.

-hola, sí claro. Todo bien, es un poco tarde para que un hombre trabajador, pujante, esté a estás horas en el Facebook

- jajaja, soy noctambulo. Y tu sonrisa en esa foto de perfil me trajo muchos recuerdos, ¿cómo estás?

- bien, me han comentado que te gusta leer, has leído 100 años de soledad?

- pues sí, es una obra a la cual admiro

- leíste también, crónicas de una muerte anunciada?

-no, aún no he tenido el placer

-te la voy a Enviar, para que puedas leerla

-está bien, gracias. Que descanses, Azul.

-bye




***




-Me enamoré de ti desde que leí la dedicatoria en el libro que me enviaste después de aquella primera conversación.

-nadie se enamora a partir de una dedicatoria, con tan poquita conversación previa, no crees. Además yo estoy enamorada de otra persona

-yo sólo se que voy a soñar contigo todas estas noches, sólo se que no olvidaré esa frase que me dijiste un día antes de follar: -Juan José, tenemos que hacer algo urgente

-dime, amor

-follar!




- adiós, Juan José. Fue una bonita aventura. Gracias por todo.




***




Entramos y con gran nerviosismo cada uno por su lado hablamos de todo, él se sacó el polo para darme o darse más valor. No lo sé, después de un lapso de una hora me besó, primero delicadamente y luego cada vez más desaforado, medio mordiendome y tocando casi toda mi boca con su lengua. Me tocó las tetas y metió su mano debajo de mi ropa interior, primero metió un dedo y después dos, empecé a gemir, le pedía que por favor lo haga despacio, Luego dejó caer su cuerpo sobre mí, sentí su verga dura, grande y caliente, me asustó un poco y le advertí que yo era estrecha y que por favor tenga cuidado, el me abrazaba, me besaba y me decía que no me preocupara, que me relajara y así fue, me entregué completamente a la pasión, llegó el momento y me penetró muy suave y después empezó a moverse, cada vez más rápido, así que empecé a gemir y a decir su nombre repetidas veces, sentía como su verga se ponía cada vez más dura, sentía como mi cuerpo se retorcia y acomodada a sus encantos.




***




Azul, despierta. Ya es casi hora de almorzar. Dale ojoncita, ya me suenan las tripas. Levanta ese culo y vamos a comer.




2 comentarios:

  1. El final me recuerda en parte al final de Psicópata Americano, la cual está en Netflix por cierto.

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