Febrero es un mes caliente y febril en Lima, un día de ese caluroso mes conocí a Louis. Era la clausura del taller teatral de verano de mi sobrino. Yo acababa de llegar de Cuba, donde estuve unos meses de noches bohemias, libros, música y cursos de arte.
Era un atardecer caluroso. Desde un punto de luz dorada vi a Louis con unos pantalones azules, camiseta blanca, tirantes y zapatillas de caucho. Cada uno de sus gestos y movimientos que hacía través de la luz natural rozando su piel, podía hacer vibrar el espacio mas sensible de mi cuerpo dispuesto a amarlo. Un rato después se sentó junto a mi cerca de la parte trasera del escenario, me había visto de lejos y con una media sonrisa me preguntó porque no me parecían mas cómodas las butacas, y, le dije que lo mío siempre era tras bambalinas, él sonrió.
Louis se puso de pie diciendo: - siento tener que dejarte acá, pero me tengo que ir a ver a los niños, ya están por salir. Asentí con aprobación y aproveché para observar como se alejaba con su piel dorada y tostada, sin el menor defecto. Pude admirar desde lejos su silueta esbelta y su lindo trasero varonil y tuve el descaro de retratarlo mientras adornaba las candilejas del escenario con su perfil.
Al terminar el recital pude despedirme de él y me quedé un rato en mi auto, lo vi cuando se marchaba a alguna parte con una mujer pequeña, supuse que era su novia o su esposa. ¿Por qué sus modos me ponían jodidamente excitada?, sentía como me recorría la sangre agitada por todo el cuerpo, en especial en el vientre, lo tenía ardiendo de deseo y ganas de ser sacrificada artísticamente por aquel Dramaturgo.
Sabía que era una locura, sabiendo incluso que Louis estaba comprometido o al menos con pareja, pero le escribí a la casilla de mensajes de una red social y a los minutos me contestó, el corazón me latía a mil y nuevamente el sofoco recorriéndome. Nos saludamos y automáticamente después estábamos hablando de nosotros, nuestras familias, nuestros gusto y costumbres como si tuviésemos años de amistad.
El calor circulante sobre la ciudad hizo que me dé un duchazo, fue el momento perfecto para verter todos los pensamientos que tenia de Louis sobre todo después de esa conversación, sentía los pezones duros, la piel caliente y erizada, el clítoris lleno de chorros de agua que rozaban sus surcos. Con una mano empecé a recorrer mis tetas y con la otra toque mi clítoris húmedo, sintiendo la dureza que tenía, todo mi cuerpo estaba entregado a mis pensamientos y los ojos perdidos en mi sangre perturbada recordando aquel halo de luz rozando la piel de Louis, solo quería sentir sus manos delicadas y tocándome los pezones y metiendo sus dedos en mi vagina mojada, sus dientes casi mordisqueándome los hombros y provocando en mí el orgasmo más delicioso.
Al día siguiente fui en busca de un café dispuesta a tener una lectura matutina casi como un espacio de remanso después del rico orgasmo que había obtenido la noche anterior con las manos imaginarias de Louis sobre mi cuerpo, me acerqué al mostrador y mientras pedía mi café observé que Louis se encontraba en una de las mesas del lugar con una mujer con la que al parecer practicaba un guion. Inmediatamente después de recibir mi café, fui a sentarme en un lugar estratégico para observar.
En silencio disfrutaba de ver al dramaturgo mas encantador que pudiera recordar, aún más en éste país donde el arte no es lo suficientemente valorado. Mientras observaba a través de pompas de luz entrecortada que ingresaba por los ventanales, fingiendo concentración en mi lectura y meciendo suavemente el pie, me dediqué a verlo, él le explicaba un texto con énfasis a su compañera de mesa. A los minutos la mujer se paró y despidiéndose de manera amical, se fue.
Louis inmediatamente se volvió hacia mi y sonrió, empezó a acercarse, se agachó y me dio un beso en la mejilla diciéndome: - te vi desde que ingresaste, pero quería esperar a tener un espacio solo para ti. Automáticamente después que terminó de decir esas palabras sentí como me mojaba continuamente, lo invité a sentarse y conversamos profundamente mientras terminamos nuestro café, indescriptiblemente me perdía en las frases que pronunciaba para pensar libremente en su miembro erecto y tibio en mi boca llenándome la garganta con chorros obscenos de semen.
Al cabo de media hora teníamos ambos que empezar nuestro agitado día de trabajo, sumado a eso el tráfico de la ciudad. Antes de despedirnos me pidió vernos el lunes siguiente en un bar concurrido. Me despedí no sin antes poder percibir su fragancia natural que me hacía vibrar.
Lunes: Lima estaba lluviosa, con esas lluvias de verano que dejan un ambiente acalorado y un olor a tierra mojada. Juntos, en el bar. Sabía que Louis iba a llevar un libro, así que yo llevé otro de manera sinuosa. Vestía, Pantalón jean, camisa blanca, mangas recogidas, zapatillas blancas y unos lentes de sol oscuros colgados del cuello de su camisa. Nos dispusimos a leer ambos un párrafo de nuestros libros por turnos y en voz alta para deleitarnos con la lectura, el empezó leyendo “La orgía perpetua” de Mario Vargas Llosa, hablaba del realismo de Flaubert y la calentura de algunos relatos sobre Madame Bovary. Escuché aquellos relatos de sus labios y observé los movimientos de ellos, mientras sus manos atrapadas en el lomo del libro estaban imaginariamente recorriendo una vez mas mi sexo caliente.
Se acercó el mozo y pedimos dos mojitos para refrescarnos, seguidamente fue mi turno para leer y así lo hice, esta vez el protagonista fue Milán Kundera con “la insoportable levedad del ser”. Aquel libro le dio ingreso a una conversación sobre parejas y sexo. Louis me contó que tenía una relación que repensaba porque su pareja le había sido infiel dos veces, pero él aferrado a mantener todo a flote, incluido un hijo de dos años, prefería pensar de manera moderna para sobrevivir en el intento. Me contaba también que no se sentía amado, ni deseado, tenía la sensación de que las mujeres que habían pasado por su vida no lo habían hecho tocar fibras punzantes en el arte de amar.
Le sostuve la mano con ternura y le dije: - no es tu culpa. Louis me miró fijamente y me dijo: - que lindas manos tienes. Mi corazón pareció latir en todas partes al mismo tiempo. Nunca, ni siquiera cuando estuve en Cuba, había experimentado tal excitación. Me gustaría describir su cara y no puedo, porque mi propio deseo me ciega cuando está cerca.
Louis era un hombre mayor para mí, había una brecha de 11 años de diferencia. Pero si cierro los ojos veo un encanto súbito, escondido, como cuando se sienta cruzando las piernas con sus lentes de lectura entre las manos para darme su opinión acerca del párrafo que acabo de leer.
Puedo decir que tiene el pelo y los ojos marrones, los labios rosa pálido como un terciopelo, el inferior ligeramente mas grueso. ¡Carajo!, ¡si fuera yo una escultora que lograra hacerlo posar desnudo bajo una luz!, pero solo soy una mujer curiosa alta, huesuda y de pelo largo, con cejas perfiladas y oscuras, mirada penetrante y un oscuro pozo de monstruos que se esconden detrás de la sonrisa de una muchacha.
Tampoco el es un hombre frágil de una novela romántica. Lo que me enloquece es la naturaleza desmedida de éste macho, esa mezcla que percibo de un hombre tierno y soñador, con la especie de vulgaridad descarada que emana su cara bonita y su olor corporal a girasoles y margaritas estrujadas. Indiscutiblemente es que él, Louis, mi Louis ha internalizado en mi un manantial de deseo, de modo que por encima de todo está él.
Martes: Estoy en pijama en mi habitación. Sentada en medio de las sábanas desordenadas por mis trémulos movimientos al despertar. ¿Estará Louis en su cama entrelazado entre las sábanas?, me pregunto. Me adentro con el pensamiento hasta donde está él y lo imagino desnudo entre la ropa de cama, pidiendo ser amado, pidiendo ser follado, pidiendo que me atragante con su verga dura y así lo hago. Empiezo a imaginar su pinga erecta llenándome la boca, sintiendo cada palpito de su miembro, sintiendo como se pone mas duro, mas hinchado y su voz diciendo suavemente que le de el culo, siento como me toma de las caderas y poniéndome en posición de recibir, en cuatro patas como una perra en celo sedienta de sexo, introduce su pene sanguinario en mi estrecho ano, haciéndome gritar y jadear de dolor y placer, me soba el clítoris salvajemente y me mordisquea la espalda mientras me toma como si fuera mi dueño. Lo imagino como una onda caliente que se apodera de mí, lo imagino cogiéndome dura y fogosamente entre candilejas, mientras tengo un estruendoso orgasmo. ¡Louis, Louis!
Miércoles: En Lima hay un atardecer dorado y refrescante, corre aire, las hojas de los árboles revolotean y hay un olor a verano. Recibo una llamada telefónica de Louis, contesto con mi mano libre el teléfono, escucho su voz pidiendo vernos, necesitaba escoger un regalo para una amiga y quería asesoría. Bromeo con él y escucho una risilla dulce y suave.
Nos encontramos en la plaza mayor del centro de la ciudad, mis manos rozaban sus jeans al caminar, sus manos se movían ligeramente mientras me contaba sobre su día, no creo en Dios, pero. ¡Dios!, ¡que no habría dado por besar aquí y allá esos labios y tocar su pecho, mientras sus manos jugueteaban con mi vagina húmeda! De pronto al caminar me miró tiernamente, mientras deslizó su mano entre la mía sin decir una palabra cruzamos la calle para ingresar hacia la tienda donde nos dirigíamos, apreté fuertemente su mano y rogaba que nunca llegáramos. Pero llegamos.